El origen del paradigma de las Competencias Clave y la modificación del trabajo en el aula

MONTSERRAT GÓMEZ
Área de conocimiento
Contexto educativo
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Desde hace unos años hasta la actualidad, hemos podido darnos cuenta y valorar el cambio que ha ido surgiendo en la sociedad. Si echamos la vista atrás unos 30 o 40 años, nos cuesta recordar de qué manera vivían nuestros padres y abuelos, cómo se trabajaba en las fábricas o campos, cómo nos trasladábamos de unos lugares a otros, de dónde obteníamos la información necesaria para aprender o realizar alguna investigación…

Con toda esta evolución, cómo no, ha sido inevitable que las escuelas se vean obligadas a plantear una respuesta educativa debido a los retos que se plantean en la sociedad actual, la sociedad del conocimiento. Esta sociedad del conocimiento ha ido demandando individuos formados en tres ámbitos: personal, social y laboral (formación integral de los alumnos). Todo ello, y después de mantener debates durante décadas, ha supuesto una evolución de la educación tradicional a una educación por competencias, con el fin de lograr una igualdad de oportunidades en la población desde una calidad en la educación.

De tal modo, ser competente se refiere a ser capaz de utilizar y poseer unos conocimientos clave (y no mínimos) para poder solucionar y hacer frente a situaciones y problemas que se nos presentan en nuestro día a día. Supone que cualquier persona sea capaz de incorporarse activamente en la sociedad, sea cual sea el trabajo que decida realizar. Es por ello que surgió la necesidad de “dar una vuelta” al currículo, acto en el que los maestros se han visto muy involucrados. No solo se introdujo el término “competencias básicas” en nuestro país, sino que este término llevaba consigo multitud de referencias en los restantes elementos del currículo.

Educar por competencias, por tanto, no es añadir un elemento más en nuestras programaciones a partir del año 2006 con la implantación de la LOE, sino que también lleva consigo el compromiso de los maestros para educar en este nuevo paradigma, relacionando los demás elementos y modificando y mejorando las metodologías, vinculando el mundo de la educación y su entorno.

Lógicamente, la actividad diaria en el aula, con la inclusión de este nuevo paradigma, se ha visto transformada y modificada; es más, me atrevo a afirmar que quien no haya transformado el trabajo en el aula es porque no ha evolucionado junto con los cambios en la legislación. Bien es cierto que escuchamos a muchos maestros/as quejarse por los cambios que se producen en la legislación educativa cada vez que se produce un cambio de legislatura, pero creo que en este caso (hace ya más de ocho años) fue un cambio que se pedía a gritos.

Los centros educativos tienen una labor importantísima en los estudiantes a los que, llegado un momento, no se les estaba ofreciendo una atención y una educación como la que se necesitaba. Muchos de ellos llegaban a aburrirse, no aprendían contenidos que les sirvieran en el día a día, acababan sus estudios y no estaban cualificados para desempeñar un puesto de trabajo… A partir de entonces, los recursos que utilizamos en el aula son más variados, las dinámicas un poco más lúdicas, se fomenta la creatividad, se abren las puertas hacia el exterior de los centros, la evaluación no se basa en un control o examen a final de trimestre….

En definitiva, pienso que este cambio de paradigma era necesario aunque bien es cierto que los maestros se han podido sentir solos en esta evolución de uno a otro. Considero que un cambio de tal magnitud debía haber llevado consigo una formación en los centros educativos para transmitir la importancia a los verdaderos protagonistas de la educación. No nos podemos olvidar del aprendizaje permanente, tan esencial en esta manera de enseñar y aprender.