De valores, optativas y humanidad

Carmen Márquez
Carlos Espejo (Imágenes de Procomún)
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De valores, optativas y humanidad

 

Es un hecho aceptado, asimilado, reconocido con más o menos resignación o más o menos culpabilidad, que actualmente vivimos en una sociedad marcadamente individualista, en la que poco nos importa (y si lo hace poco se nos nota) lo que le pase al otro, a las personas que fortuitamente nos rodean.

Mi abuela suele contarme con nostalgia que, cuando era niña, su familia era todo el vecindario: allí estaban todos para echarse una mano en lo que hiciera falta y en cualquier momento. Hoy en día puede haber muerto el abuelito del tercero y no enterarnos hasta pasados unos meses.

Este individualismo imperante está en la base de graves problemas que afectan a nuestro alumnado y a toda la comunidad educativa en general. Y, al margen de que transmitir los valores necesarios para paliar esta circunstancia sea en buena parte responsabilidad de la familia, lo cierto es que durante las últimas décadas las diferentes leyes de educación han ido incorporando al currículo el factor social, solidario y humanitario de cuya ausencia está adoleciendo nuestra sociedad.

En 2002 el Consejo de Europa recomendaba a los estados miembros la incorporación en sus sistemas educativos de “la educación para la ciudadanía democrática (…), un factor para la cohesión social, el mutuo entendimiento, el diálogo intercultural e interreligioso y la solidaridad”[i]. 

Así fue como desde 2006 se han ido sucediendo en nuestras escuelas e institutos materias como Educación para la ciudadanía (LOE), Educación para la ciudadanía y los Derechos Humanos (LOMCE), Valores sociales y cívicos (como alternativa a la asignatura de Religión en la LOMCE) y Educación en valores cívicos y éticos (desvinculada de la materia de Religión y obligatoria en la LOMLOE)[ii].

 

Más allá de las lecturas y reflexiones sociopolíticas que nos brinda este desfile de propuestas es necesario sopesar y analizar su eficacia respecto al objetivo (competencial) que todas ellas persiguen.

Y nosotros, docentes, desde la realidad del día a día de las aulas, sabemos que las buenas intenciones de estas materias se pierden entre cuestiones de organización, criterios normativos que justificar y la urgente necesidad del alumnado de que abordemos los contenidos curriculares desde perspectivas más novedosas.

Recuerdo el curso 2021/2022. En un tímido aterrizaje de la LOMLOE, apareció una nueva materia optativa en 4º de ESO: Aprendizaje social y emocional[iii]. Su objetivo era “formar jóvenes solidarios (…), capaces de contribuir a un mundo mejor y más pacífico, en el marco del entendimiento mutuo (…)”.

Dentro de lo que la normativa me permitió, intenté volar sobre los contenidos teóricos, un leve repaso quizás, y llevar a los chicos y chicas lo antes posible a lo real en su contexto inmediato: del barrio al mundo, del yo al prójimo, viaje de ida y vuelta. A pesar de que se trataba de una materia de nueva implantación, de que no había programación didáctica anterior que pudiera servir como modelo, de que la opcionalidad de la asignatura era ilusoria y de que, por tanto, el número de alumnos y alumnas ascendía a 33; a pesar de todo ello, decía, la experiencia fue lo bastante motivadora como para poner en evidencia posibles mejoras que nunca se podrán llevar a cabo. Tan solo dos años después la materia ASYE (Aprendizaje social y emocional) ha dejado de existir.

 

Y es que nosotros, docentes, sabemos que todas esas materias se desarrollan en circunstancias muy particulares. Son dos los obstáculos con los que se encuentran: por una parte, la falta de rigor y de continuidad en su implantación en el currículo; por otra, el planteamiento teórico de contenidos que hay que hacer vivir. Esto provoca que, con frecuencia, sin una programación didáctica reguladora ni un profesorado experto en el temario estas asignaturas terminen siendo horas de visionado de películas para la reflexión y poco más y que, por consiguiente, el alumnado las perciba como asignaturas “maría”, poco o nada importantes. Del mismo modo, y esto es, quizás, lo más peligroso, nuestros jóvenes reciben información valiosa para la convivencia como otros datos más que deben memorizar y de los que están cansados…otra vez, profe, esto ya lo vimos en Ciudadanía, o en Valores, o en ASYE…De manera que, en el mejor de los casos, adoptan los mensajes como fórmulas sociales políticamente correctas y nada más.

El sistema educativo no contempla una siguiente fase, no les da la opción de llevar a la experiencia la tan repetida teoría, de que su aprendizaje sea realmente significativo a través de una inmersión real en lo que esos valores representan.

 

En el último Decreto que establece el currículo en Andalucía para 4º de la ESO, la LOMLOE ha previsto como materia optativa un “(…) proyecto interdisciplinar que podrá configurarse como un trabajo monográfico o de colaboración con un servicio a la comunidad”[iv].

Se me ocurre que deberíamos aprovechar esta falta de concreción para crear en nuestros centros una materia práctica que complete y materialice la anteriormente cursada Educación en valores cívicos y éticos[v]. De esta forma le daríamos la continuidad y el sentido propios y conseguiríamos que el aprendizaje fuera real, cercano y con perspectiva de futuro.

Es decir, es una oportunidad, la oportunidad, para acercar a nuestros chicos y chicas a realidades que se dan en todas las localidades: ONG y asociaciones sin ánimo de lucro, centros de mayores, hospitales infantiles, …o la comunidad de vecinos del barrio. Podrían colaborar, ayudar, diseñar y desarrollar campañas solidarias para organizaciones locales, crear cartelería en braille o grabar audiolibros, editar breves vídeos en una recién aprendida lengua de signos…

 

Y sería también una pequeña posibilidad de contribuir junto a nuestros jóvenes a que la humanidad vuelva a ser un poco más humana.

 

 

BIBLIOGRAFÍA, NORMATIVA DE REFERENCIA Y OTRAS FUENTES

-       Alba, C. (2015). Diseño Universal para el Aprendizaje: Educación para todos y prácticas de enseñanza inclusivas. Morata.

-       Decreto 102/2023, de 9 de mayo, por el que se establece la ordenación y el currículo de la etapa de Educación Secundaria Obligatoria en la Comunidad    Autónoma de Andalucía. Consejería de Desarrollo Educativo y Formación Profesional.

-       Díaz Barriga, F. (2006): Enseñanza situada: Vínculo entre la escuela y la vida. McGrawHill.

-       Márquez Aboza, C. (2021): Proyecto didáctico para la materia ASYE, 4º ESO.

-       Orden de 15 de enero de 2021, por la que se desarrolla el currículo correspondiente a la etapa de Educación Secundaria Obligatoria en la Comunidad Autónoma de Andalucía, se regulan determinados aspectos de la atención a la diversidad, se establece la ordenación de la evaluación del proceso de aprendizaje del alumnado y se determina el proceso de tránsito entre distintas etapas educativas. Consejería de Educación y Deporte.

-       RD 1631/2006, de 29 de diciembre, por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la ESO. Ministerio de Educación y Ciencia.

-       Recomendación [Rec (2002)12] del Comité de Ministros a los Estados miembros sobre la educación para la ciudadanía democrática.

 

 

[i] Recomendación [Rec (2002)12]

[ii] Ley Orgánica de Educación (LOE, 2006-2012); Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE, 2013-2019); Ley Orgánica de Modificación de la LOE (LOMLOE, 2020-actualidad)

[iii] Anexo IV, Orden de 15 de enero de 2021

[iv] Art. 10.3, Decreto 102/2023, de 9 de mayo

[v] Art.9.4, Decreto 102/2023, de 9 de mayo