Reflexiones sobre el paradigma de las Competencias Clave y su incidencia sobre mi trabajo en clase
En los momentos actuales y a la vista del rendimiento educativo, la mayoría del profesorado tiene bien asimilada la idea de que los paradigmas educativos en los que actualmente nos movemos en nuestro país se están mostrando cada día más ineficaces y que, por tanto, hace falta un cambio en este sentido que pueda traer nuevos aires a la escuela, de tal manera que nuestro trabajo como docentes y educadores pueda ser más exitoso y el del los alumnos y alumnas más atractivo y más eficaz. Pero, después de tantos cambios, es razonable que se piense si cualquier otro cambio, por atractivo que aparezca, no signifique seguir con lo mismo de siempre aunque con otra denominación; es decir, si no se podría tratar, como en muchos casos se comenta, del mismo perro con distinto collar.
Ahora bien, a pesar de todos los recelos y prejuicios que en estos momentos se puedan tener a este respecto, una verdad innegable es que la escuela se siente ineludiblemente obligada en los momentos actuales a proporcionar una respuesta educativa a las nuevas exigencias que plantea el alumnado de la sociedad actual, que vive en un mundo globalizado, en el que existen nuevas formas de comunicarse a través de nuevas tecnologías de la información y de la comunicación y en el que impera un multiculturalismo que nada tiene que ver con tiempos ya pasados, en los que se podían utilizar determinados paradigmas educativos que en la actualidad no son capaces de dar respuestas adecuadas a las exigencias de esta nueva sociedad.
En este sentido, creo que el empeño puesto por Europa en el Paradigma de las Competencias Clave y el impulso que ha querido imprimirle para que llegue a las instituciones educativas debe ser conocido y tomado en serio por el profesorado, puesto que se trata de un paradigma que, además de tener un origen internacional y un carácter supranacional, se fundamenta en bases pedagógicas bastante sólidas, como han considerado distintos especialistas en el tema, y se orienta claramente a dar una respuesta educativa coherente con las nuevas demandas de la sociedad contemporánea y con las exigencias del alumnado actual.
Basta con detenerse un poco en reflexionar sobre en qué consisten y qué aportan cada una de las competencias clave para apostar seriamente por llevar a la realidad de las aulas este nuevo paradigma. Sólo con pensar que competencias clave tales como Comunicación en lengua materna o Comunicación en lenguas extranjeras (por referirme solamente a las más relacionadas con mi especialidad), que dejan atrás una enseñanza tan memorista y tan teórica como la que implicaban paradigmas educativos anteriores, y que se centranen el desarrollo de la comunicación, merece la pena poner todo el interés por asumir este cambio. Creo que es la única manera de orientar definitivamente la enseñanza de la lengua materna, para que nuestro alumnado aprenda a expresar e interpretar textos orales y escritos de manera coherente, correcta y adecuada, utilizando la lengua de manera pertinente y creativa en los distintos contextos sociales y culturales en los que normalmente este alumnado se desenvuelve. Igualmente hay que orientar la enseñanza de la lengua extranjera, añadiendo en este caso, todo lo referente a la mediación y comprensión intercultural.
Es cierto que los maestros y maestras ya estamos haciendo algo en este sentido, pero a mí particularmente me queda mucho recorrido por hacer, por lo que pienso que debo modificar muchas cosas en mi clase, sobre todo para darles un carácter más funcional y más dirigido hacia el desarrollo de estas competencias clave que a enseñar muchas cosas, muchos conocimientos (saber), olvidando las destrezas (saber hacer).
El problema que, a mi entender, se presenta actualmente a centros y profesorado es doble: por una parte, convencerse de la necesidad de cambio hacia profesorado este nuevo paradigma, y por otra parte, prepararse debidamente para llevarlo a cabo en el ámbito escolar; porque, aunque se trate de un gran empeño de la política educativa de la Unión Europea, si no se dispone de un profesorado que comprenda y asuma las exigencias de este nuevo paradigma, todo podrá quedar en nada, sobre todo si se tiene en cuenta que las competencias no son capacidades (entendidas como poder hacer) ni tampoco saberes o conocimientos, sino verdaderas aplicaciones prácticas de lo que se sabe para resolver tareas con la debida eficacia.
Creo que si no existe esta preparación indispensable y no hay, además, una implicación directa y comprometida de todos los responsables de la educación, y muy especialmente del profesorado y de los equipos de dirección de los centros educativos, cualquier intento puede resultar baldío, y su incidencia en las aulas, nula.


