Tengo que confesar que he dudado a la hora de pergeñar el título. Y la vacilación me ha sobrevenido a la hora de adjuntar el calificativo de "vivas" al sustantivo "lenguas".

Me explico. ¿Por qué tanto empeño en aprender otra lengua diferente a la materna? Muchos, con toda justicia, apuntarán a la utilidad e incluso a la rentabilidad. Si la educación es una inversión para el futuro del educando, el aprendizaje de lenguas supone con toda seguridad una alta rentabilidad a la hora de encontrar trabajo e incluso a la hora de promocionar una vez conseguido el acceso al mundo laboral.

Pero me gustaría añadir otro valor que, a mi modo de ver, es superior. La lengua materna esculpe el pensamiento humano. Es el sustento del pensamiento. La idea misma precisa de la palabra. Una comunidad comparte mucho más que una lengua: comparte una evolución de su imaginario.

¿Qué mejor medio para conocer el pensamiento de una comunidad que acceder a su lengua? ¿Qué mejor para compartir, para construir en común, para intercambiar, para interesarse por el ser humano de otra comunidad que conocer su lengua?

Y para conocer el pensamiento de las culturas que nos precedieron ¿acaso no es imprescindible el acceso a su sistema lingüístico, a su léxico al menos?

Esa es la razón por la que hoy he borrado el adjetivo "vivas" que había escrito al lado del sustantivo "lenguas".