¿Cómo afectará el enfoque por competencias a nuestro trabajo en clase?

Angel Jesús Pérez
Área de conocimiento
Contexto educativo
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El DRAE define competencia como “pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo e intervenir en un asunto determinado”. Si nos atenemos a esta definición, las competencias han estado siempre presentes en el sistema educativo, pues el objetivo de la enseñanza siempre ha sido el conseguir que los alumnos obtuviesen determinadas pericias, aptitudes, actitudes y destrezas, lo que suponía, entonces y ahora, que los alumnos debían adquirir, también, cierta destreza en el manejo de ciertos contenidos conceptuales. En este sentido, se podría decir que siempre se ha enseñado por competencias, aunque la terminología utilizada fuese diferente. Lo que cambiaba era la metodología, es decir, el modo en que el maestro/profesor interactuaba con el alumno. Esto, por cierto, es inevitable, pues los alumnos, los maestros, y también los contenidos a enseñar eran diferentes.

Sin embargo, las nuevas tendencias educativas insisten en que el enfoque por competencias es novedoso, y en parte no les falta razón. Es novedoso en el énfasis sobre el qué enseñar. El enfoque por competencias proviene “del ámbito empresarial y laboral” (p. 16) y uno no puede dejar de tener la impresión que el objetivo de este enfoque es, simplemente, crear buenos trabajadores.

Los filósofos anglosajones del siglo XX gustaban de distinguir entre know what y know how y afirmaban que el “saber qué” es previo en el tiempo a (aunque no necesariamente más importante que) el “saber cómo”; se equivocaban: se puede “saber cómo” sin necesariamente “saber qué”, basta aplicar fielmente una serie de reglas prediseñadas para resolver la tarea en cuestión, como haría un autómata. Es difícil sustraerse a la impresión de que el enfoque por competencias se centra más en el “saber cómo” que “en el saber qué”, y que solo le interesa cierto tipo de “saber cómo”, a saber, aquél que es útil para el entramado empresarial de los países en los que se aplica.

¿Por qué hago esta afirmación? El enfoque por competencias surge paralelo en el tiempo a, y probablemente como preparación para, las pruebas PISA. ¿Y qué se valora en las pruebas PISA? Sólo las materias instrumentales y las de ciencias. O, dicho de otro modo, sólo aquellas materias que sirven para hacer cosas, olvidándonos, como dice el ministro Wert, “de aquellas materias que nos distraen de lo que es importante”.

Esto es perfecto, e incluso muy respetable. El problema es que es parcial, y además da una versión sesgada de la educación. Yo siempre pensé, y sigo pensando, que el objetivo de la educación era formar personas, pero creo que últimamente, y el enfoque por competencias abunda en ello, parece que lo importante es solamente formar buenos trabajadores (y, si es posible, baratos) y votantes dóciles (y, preferiblemente, poco críticos), pero una persona es algo más que un trabajador y un votante. De hecho, una parte importante de la persona no viene definida por lo que esta persona sabe hacer, sino por lo que es, y esto creo que tiende a olvidarse en los últimos paradigmas educativos. Y lo que es importante se lleva años haciendo en educación, aunque con otros nombres. Es por eso que creo que el enfoque por competencias, en lo que tiene de útil, que es bastante, es simplemente un volver a inventar la rueda, pero que no aporta nada novedoso, excepto la terminología.

¿Cómo afectará el enfoque por competencias a nuestro trabajo en clase? Sinceramente, en mi caso no creo que lo modifique en absoluto. Doy clases de Filosofía; y siempre las he dado, y lo seguiré haciendo, hablando y pensando con los alumnos. Es decir, en mis clases siempre fue tan importante el componente teórico como el componente “práctico” de aprender a pensar, y lo seguirá siendo. El único cambio metodológico tiene más bien que ver con el uso de nuevas herramientas que antes no estaban disponibles; estoy pensando en el uso de las TIC en clase. Las TIC son importantes por la cantidad de posibilidades nuevas que aportan a la enseñanza, y porque si queremos llegar a alumnos que han nacido en un mundo digital, tenemos que hablar su lenguaje, y éste hoy es el lenguaje de las TIC. Ahora bien, como a todo infinitivo se aprende con el gerundio, el uso de las TIC en clase tendrá como consecuencia un uso más crítico y responsable de estas herramientas por parte de los alumnos. Pero esto también es sentido común, y para ello no hacía falta un nuevo enfoque teórico. Por tanto, creo que puedo seguir diciendo que hemos vuelto a inventar la rueda.

 

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Quiero terminar este texto comentando lo que creo es un error conceptual de los autores del artículo que se está comentando aquí. En la página 28 del texto objeto de comentario dicen los autores: “mientras que la Unión Europea habla de la competencia matemática, científica y técnica, España separa la competencia matemática de las otras dos, con lo que disocia una integración natural, desde la perspectiva competencial, del pensamiento racional y científico respecto del pensamiento matemático”. Los autores consideran incorrecto separar la competencia matemática de la competencia científica y tecnológica. Su argumento es que se disocian el pensamiento racional y científico del pensamiento matemático. Lo que los autores del texto consideran erróneo yo creo que no podría ser de otro modo; ¿por qué? El pensamiento matemático es pensamiento puro; el método matemático es el método deductivo, que nunca es contaminado por la experiencia. El pensamiento científico, por otra parte, tiene un cierto componente matemático[1], pero contaminado por la experiencia; es por eso que el método científico no es el método deductivo, sino el método hipotético-deductivo, y por tanto sus formas de pensar y operar son diferentes. Es cierto que la ciencia usa las matemáticas, pero la ciencia no es sólo matemáticas. Y por tanto, en contra de lo que sostienen los autores del artículo, me parece perfectamente natural que se separen ambas competencias.

 

[1] Desde Galileo sabemos que “la naturaleza está escrita en lenguaje matemático”.