Al iniciarme en esta profesión, uno de mis compañeros me puso cariñosamente la mano sobre el hombro ofreciéndome acompañamiento, cariño y seguridad ante el gran reto que se abría ante mi. Esa mano nunca me falló y me enseñó un camino a seguir... He intentado tender siempre mi mano hacia los demás porque entendí que ese era uno de los verdaderos significados de la educación: dejar libertad al alumno para hacer, para aprender, pero estar siempre ahí, guiar, acompañar,  dar confianza...
Otro de mis grandes maestros profesionales quiso transmitirme esa misma seguridad, confianza y, sobre todo, comunicarme ilusión, y me enseñó a creer que lo que haces tiene significado mucho más allá del trabajo de cada momento, tantas veces agotador, frustrante ante los resultados inmediatos... y lo hizo dedicándome este poema de Gabriel Celaya: "EDUCAR".
También Fernando Savater hace una reflexión sobre el mismo como podemos ver en este enlace:
https://www.uclm.es/profesorado/ricardo/EDUCAR.htm