Competencias Clave

Hildebrando Padrón
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Las Competencias Clave 

 La Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación incorpora las competencias clave al currículo, como uno de sus elementos, y les otorga el “rol” de referente curricular para la evaluación general. El gobierno español asume, con esta decisión legislativa, las conclusiones de los Organismos internaciones (la OCDE y la UE) y del Programa para la Evaluación Internacional de los alumnos de la propia OCDE (PISA) sobre la enseñanza y aprendizaje de las competencias clave como un medio para mejorar la calidad y la equidad del sistema educativo. Los resultados obtenidos por España en los informes comparativos del INFORME PISA generan insatisfacción general pues ofrecen una pobre imagen de nuestro sistema educativo. La interpretación interesada de estos resultados suele olvidar, que es difícil obtener la “respuesta competente” cuando la enseñanza está orientada por objetivos diferentes. Sería coherente, antes de interpretar, responder previamente a la siguiente pregunta: ¿Nuestra educación facilita que nuestro alumnado sea competente? La incorporación de las competencias clave al currículo es una primera apuesta por acercar el sistema educativo español a las exigencias internacionales. 2 Pero, ¿Es suficiente con este nivel normativo para que nuestro alumnado sea competente y, como consecuencia, ascienda (ascendamos) en el ranking internacional de PISA? Sería una ingenuidad pensar que basta con incluir las “competencias básicas” en la norma básica para conseguir que el alumnado sea competente. La OCDE (DESECO, Definición y selección de competencias, 2003) nos dice que “ser competente” es ser capaz de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada” y la Comisión Europea (2004), determina que ser competente supone “utilizar de forma combinada los conocimientos, destrezas, aptitudes y actitudes en el desarrollo personal, la inclusión y el empleo”. El citado Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA 2006) nos dice que la competencia se demuestra cuando “se aplican los conocimientos adquiridos a las tareas y retos cotidianos y a los entornos extraescolares, previa valoración de distintas opciones y toma de decisiones”. Perrenoud (1998) habla de movilizar los conocimientos; Marchesi (2006) de aplicar los conocimientos adquiridos en diversas situaciones; Monereo y Pozo (2007) de poseer un conocimiento funcional no inerte, utilizable y reutilizable y Coll (2007) de activar y utilizar los conocimientos relevantes para afrontar determinadas situaciones y problemas. En todas las definiciones de Organismos, instituciones y autores se recoge la necesidad de “demostrar la competencia” en contacto con contextos y escenarios “reales y relevantes”. El currículo oficial organiza el conocimiento y el desarrollo personal o social en parcelas o disciplinas diferenciadas. Estas disciplinas las denomina “ámbitos, áreas o materias” y atribuye la responsabilidad de su enseñanza a diferentes “especialistas o expertos”. Posiblemente no resulte equivocado el afirmar que para todos y cada uno de los especialistas, el contenido, en su totalidad, de la disciplina que imparten es lo más “importante”. Después, la “mayor o menor importancia oficial” quedará establecida en términos de distribución horaria curricular. Sí aceptamos por definición, la convicción de cada especialista, de que todo lo que enseña es lo más importante, tenemos resuelto el problema y podemos afirmar sin margen de error posible que nuestra enseñanza contribuye a que el alumnado sea competente. Bastaría con aumentar la dedicación horaria de cada una de las disciplinas, reducir el número de alumnos y alumnas por grupo y las condiciones laborales del profesorado para mejorar los procesos y los resultados. En este análisis, el posible o imposible 3 fracaso de algunos alumnos sólo puede ser debido a su entorno familiar y a la falta de esfuerzo. Este discurso, posiblemente mayoritario en los distintos estamentos que componen la comunidad educativa, olvida preguntar y responder a unos de los interrogantes que han sido claves en la educación a la largo de la historia, ¿Educar (enseñar) para qué? La respuesta de la Comisión Europea, cuando establece el marco de referencia de las competencias claves, parece clara: “formar personas competentes para la vida personal, social, académica y profesional”. Y para conseguirlo, presenta una alternativa de “competencias claves” que dista mucho de ser la suma de los saberes disciplinares que el alumnado acumula a lo largo de su historia escolar. En esa alternativa se afirma que las competencias claves son paquetes “multifuncionales y transferibles” que “integran” los conocimientos (conceptos, hechos y principios), procedimientos y actitudes necesarios para la vida actual y para el futuro académico y profesional.  Las competencias claves o básicas ayudan a definir qué es lo importante y al hacerlo, se alejan de forma clara de los llamados contenidos específicos disciplinares, ya sean máximos o mínimos. Las competencias básicas, a diferencia de los contenidos específicos, son multifuncionalidades pues permiten la realización y el desarrollo personal a lo largo de la vida, la inclusión y la participación como ciudadanos activos y el acceso a un puesto de trabajo en el mercado laboral.  Son trasferibles, a diferencia de los contenidos específicos, pues se aplican en múltiples situaciones y contextos para conseguir distintos objetivos, resolver situaciones o problemas variados y realizar diferentes tipos de trabajos.  Son transversales e interdisciplinares a las áreas y materias curriculares porque su aprendizaje no es exclusivo de una de ellas.  Son integradoras, a diferencia de los contenidos específicos, porque combinan conocimientos (“saber”), destrezas (“hacer”) y actitudes (“querer”).  Y son dinámicas, porque competencia de las personas carece de límites en su crecimiento y se construye a lo largo de la vida.  Desde estas “señas de identidad”, cobra sentido el considerar que la enseñanza y el aprendizaje de las competencias básicas no se reduce al currículo pues hay otros ámbitos en la vida de los centros docentes que facilitan su desarrollo.  En este sentido, la participación en la organización y funcionamiento de los centros, la práctica de la convivencia, las actividades extracurriculares y complementarias y las distintas actuaciones y relaciones con el entorno ofrecen 4 una multitud de ocasiones para ofrecer al alumnado escenarios reales de aprendizaje.  Existe otra razón que, por sí misma, justifica la incorporación de las competencias básicas al currículo y ésta, no es otra que la de contribuir a facilitar la puesta en marcha del modelo de escuela inclusiva. La escuela que apuesta por enseñar lo importante, renuncia a utilizar el saber como instrumento de selección del alumnado y pone los medios para hacer posible que la calidad educativa alcance a todos sin exclusión.  A modo de conclusión, el MECD ha promulgado una Orden Ministerial (Orden ECD/65/2015, de 21 de enero), por la cual se establece que las competencias clave educativas son las siete siguientes:  a) Comunicación lingüística.  b) Competencia matemática y competencias básicas en ciencia y tecnología.  c) Competencia digital.  d) Aprender a aprender.  e) Competencias sociales y cívicas.  f) Sentido de iniciativa y espíritu emprendedor.  g) Conciencia y expresiones culturales. HILDEBRANDO PADRÓN CHINEA