Reflexiones iniciales sobre las Competencias Clave
Tras la lectura del artículo (Valle et alt. 2013) he comprendido claramente cuál es el origen del nuevo paradigma pedagógico de las competencias clave. Cómo el concepto de competencia ha pasado del mundo laboral al mundo educativo, primeramente a través de la formación profesional para, posteriormente, formar parte de la educación obligatoria en el contexto del modelo del aprendizaje permanente. Además, en el texto, se expone cuál ha sido el proceso establecido en el “aterrizaje” de este paradigma: inicialmente desde la OCDE y su programa PISA, después en el contexto europeo mediante las decisiones de la Comisión Europea, y finalmente en los diferentes países de la Unión Europea tanto a través de las pruebas de diagnóstico como de sus respectivos marcos legislativos; en el caso de España, la LOE y la LOMCE.
Me ha resultado particularmente interesante en la lectura el hincapié que hacen los autores (probablemente porque mi opinión coincide con la de ellos) sobre la necesidad de evitar el riesgo cierto de que la implementación de las competencias clave sea una oportunidad perdida si se convierten en meros artefactos lingüísticos, simples tecnicismos, y no se llegan a desarrollar plenamente en los espacios educativos, lo que significa contar no sólo con un texto legal, sino, con una propuesta firme (y añadiría yo duradera) de seguimiento de su implantación y, como se señala en el apartado final de la lectura, de un “replanteamiento de la formación inicial y permanente del profesorado”.
El artículo, además, hace un esfuerzo no sólo por situar históricamente la aparición de la noción de competencia clave, sino por explicar su significado, diferenciándolo del término “destrezas básicas” para evitar la confusión y conferirles, a las ocho competencias calve, su verdadero sentido: el de la integración de conocimientos, destrezas y actitudes que se aplican de forma práctica y creativa en la ejecución de una tarea que debe tener una relación clara con la vida. Éste es el desempeño de la competencia, la aplicación práctica de lo que se sabe.
En mi caso, considero que en el trabajo en el aula la inclusión del nuevo paradigma de las competencias clave sí supondrá un cambio en actividad profesional. Se me ocurre que, al menos, e inicialmente, en un doble sentido. Por un lado, porque en la materia que imparto (lengua castellana y literatura) obligará a discriminar contenidos (no sólo conceptuales) para centrar la atención en aquellos que en la etapa obligatoria sean los verdaderos configuradores de la competencia clave con la que la materia está más íntimamente relacionada: la comunicación en lengua materna (o comunicación lingüística, según el marco normativo LOMCE); por otro, porque el proceso educativo deberá girar en torno a la aplicación integrada de dichos contenidos priorizados tomando como referencia actividades ligadas a la vida cotidiana que confieran sentido (sobre todo al alumnado) a los aprendizajes. En este sentido, creo que la perspectiva de la organización del trabajo en clase atendiendo a la evaluación será fundamental.
Inicialmente, además, hay un aspecto de las competencias clave que me preocupa, y es que considero confusa la existencia de, digamos, “competencias transversales” que, finalmente, al ser responsabilidad de todo el profesorado pueden quedar diluidas y sin una implementación organizada en el aula, siendo, sin embargo necesarias en el bagaje del alumno. El salto de una evaluación desde áreas a una evaluación más global, integrada e integradora es necesario, pero conlleva un cambio de perspectiva que va a requerir -al menos por mi parte- de un esfuerzo amplio de aprendizaje pues significa una confianza, una seguridad en uno mismo, a la hora de evaluar esas competencias “transversales” y, naturalmente, a la hora de ir desarrollándolas en el aula.


